El médico interno residente (MIR) se define como aquel licenciado o graduado en medicina que ha obtenido plaza en el examen nacional para acceder a la formación de especialistas médicos en España. Esta edición del Rincón del residente aborda el periodo formativo conocido como rotación externa o rotación opcional.
A lo largo de 5 años, el residente de cardiología se formará principalmente en su centro hospitalario, siguiendo el itinerario recogido en el Boletín Oficial del Estado (BOE), Orden SCO/1259/20071. Este itinerario varía en función de los centros, dependiendo de si disponen de todas las subespecialidades o no. En caso de estar haciendo la especialidad en un hospital que no posea alguna de las secciones establecidas en el itinerario, el residente deberá realizar esa rotación obligatoria en otro centro que sí disponga de dicha sección. En este artículo, sin embargo, nos centraremos en la rotación opcional, aquella que cada uno puede elegir libremente en la etapa final de la residencia.
Prácticamente todos los que estén leyendo este texto habrán pasado por ese temido momento, el quinto año de residencia. Aquí, el que escribe, se encuentra exactamente en esa etapa, donde todo son incertidumbres e incógnitas en relación con el presente y el futuro laboral. Como se recoge en el itinerario formativo, el residente de cardiología tiene la posibilidad, al final de la especialidad, de realizar 4 o 6 meses de rotación opcional, una oportunidad única que siempre se debería aprovechar, por todo lo que conlleva.
Es principalmente eso, una oportunidad única, ya que se da al cardiólogo en formación la opción de elegir, en función de la disponibilidad, un centro nacional o internacional para ampliar su formación y conocimientos en áreas específicas que le atraigan o que le sirvan para enfocar su futuro más inmediato. Y no solo eso, la rotación opcional abre puertas y da la posibilidad de conocer metodologías de trabajo diferentes a las del centro de origen, otra realidad más allá de la «burbuja» en la que se ha formado inicialmente, haciéndole ver que hay cardiología más allá de su zona de bienestar.
En mi caso, mi formación se ha completado en el Complejo Hospitalario de Badajoz, donde he tenido la suerte de construir una sólida base como futuro cardiólogo. Cuando me planteé la rotación externa, elegí desarrollarla por completo en centros nacionales, ya que la opción internacional, aunque tiene muchos aspectos positivos, se encontraba limitada por la situación epidemiológica causada por la COVID-19, y no entraba en mi área de interés prioritaria. Algo a considerar antes de elegir un centro internacional es la vertiente práctica de la rotación, ya que en la mayoría de los centros la actividad asistencial tendrá un enfoque observacional del paciente, aunque se permita, eso sí, la interpretación de estudios y la implicación del residente en el campo de la investigación.
Por lo general, al elegir una rotación se valora aquellos aspectos que se desea reforzar o que se considera que no aporta el centro de origen. Habitualmente, esta decisión se ve muy influenciada por el consejo que ofrecen los tutores, y por lo que hayan hecho compañeros de años previos. En mi caso, tuve la enorme suerte de empaparme de conocimientos en resonancia cardiaca en la Sección de Imagen del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid durante 2 meses para completar mis conocimientos en imagen cardiaca más allá de la ecocardiografía, la cardiología nuclear y la tomografía computarizada que ofrecía mi hospital. Esta experiencia resultó muy positiva tanto a nivel profesional como desde el punto de vista personal, me hizo darme cuenta de que no hay que poner límites a la curiosidad porque el aprendizaje siempre es enriquecedor.
Asimismo, y condicionado en parte por las dificultades inherentes a la pandemia, solicité una rotación clínica de 2 meses en la Unidad de Cuidados Intensivos Cardiológicos del Hospital Universitario de Salamanca para completar mi formación en cuidados agudos y conocer de primera mano la excelente cardiología que desarrollan en dicho centro.
Al principio, una rotación externa obliga a empezar de cero en un nuevo servicio, donde el equipo y la dinámica de trabajo son desconocidos. Se pasa por un periodo de adaptación que exige empeño, estudio y paciencia para integrarse y ser uno más. Estas experiencias, entre otros resultados positivos, permiten establecer lazos personales y profesionales que servirán de base, en un futuro, para crear esas redes de colaboración interhospitalarias que tan útiles resultan tanto en el campo asistencial como en el de la investigación. Elegir un centro de otro país permite, además, conocer otros sistemas sanitarios desde dentro. Todo cambio implica un sacrificio que, en mi experiencia, siempre ha generado un gran beneficio.
En conclusión, a pesar de que solicitar una rotación externa parezca implicar, inicialmente, mucha burocracia, someterse a procesos de solicitud complejos o enfrentarse al miedo a salir de la zona de bienestar, animo a todo el que esté leyendo estas líneas a dar el paso. Se trata de una oportunidad excelente y, me atrevería a decir, única en nuestra formación.
FinanciaciónEste trabajo no ha recibido ningún tipo de financiación.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.
Al Servicio de Cardiología del Hospital de Badajoz, por establecer la base del profesional que seré el día de mañana. A los Servicios de Cardiología de Salamanca y del Hospital Gregorio Marañón, por haber compartido conmigo su experiencia, algo que no tiene precio.