Hemos leído con interés el estudio realizado por Guardia Martínez et al. que incluyó de forma prospectiva y consecutiva 465 pacientes dados de alta directamente desde urgencias con diagnóstico de síncope de etiología indeterminada, evaluados y seguidos a largo plazo en una unidad de síncope (US). Este trabajo documentó que un 5,4%, tras la primera evaluación, y un 6,9%, incluido el seguimiento, fueron síncopes de origen cardiogénico en dicho grupo de pacientes. Además, mostró la baja rentabilidad de realizar de forma generalizada algunas pruebas complementarias, y más concretamente el Holter de 24h y el ecocardiograma transtorácico. En este sentido, se pudo comprobar que las reclasificaciones diagnósticas durante el seguimiento procedían mayoritariamente de pacientes varones con alteraciones en el electrocardiograma de la visita inicial1.
Teniendo en cuenta los resultados expuestos y la frecuencia del proceso agudo en los servicios de urgencias hospitalarios, nos gustaría realizar las siguientes consideraciones: nos hubiera gustado conocer el perfil clínico y los resultados de las pruebas complementarias realizadas en urgencias, así como los criterios de derivación a la US desde el servicio de urgencias ya que los resultados expuestos no permiten evaluar la adecuación de la derivación y ponen en duda, en sí mismos, la rentabilidad de la US. El conocer las características de los pacientes que sufrieron una reclasificación diagnóstica en la primera valoración por parte de la US, ayudaría a saber si se trata de errores diagnósticos en urgencias, y si un estudio complementario en una unidad de observación hubiera mejorado los resultados clínicos.
En este sentido, y como exponen las actuales guías clínicas2, los pacientes con criterios de bajo riesgo deberían ser dados de alta en urgencias, y la gran mayoría de ellos no necesitarían un estudio posterior. Desde nuestro punto de vista, solo deberían derivarse a la US aquellos pacientes de bajo riesgo con síncopes de repetición. En lo que respecta a los pacientes con síncope que no son de alto ni bajo riesgo pensamos, según nuestra experiencia, se podrían beneficiar más de realizar el estudio en una unidad de observación o corta estancia del servicio de urgencias que enviarse a una US ambulatoria3. Esta afirmación parece ser aún más efectiva en los pacientes con un alto grado de comorbilidad o fragilidad ya que posibilita la realización de una evaluación, tratamiento y educación más precoz4 en un grupo de pacientes con alto riesgo de eventos adversos5. Las unidades vinculadas a los servicios de urgencias nos permiten la monitorización clínica y electrocardiográficas durante las primeras horas tras el episodio, la realización precoz del ecocardiograma o de la prueba de esfuerzo en aquellos pacientes con sospecha de cardiopatía, la evolución de los parámetros analíticos, la interconsulta con especialistas implicados en el proceso (cardiólogos, neurólogos y geriatras), el diagnóstico y tratamiento de procesos concomitantes, la evaluación de la respuesta a la modificación de fármacos favorecedores del síncope y la realización de una valoración geriátrica abreviada3,4.
Por ello, pensamos que el futuro debe dirigirse a crear unidades funcionales multidisciplinares situadas en las unidades de observación o de corta estancia de los servicios de urgencias que permitan una mejor estratificación del paciente y, posiblemente, una intervención más eficiente de las US.